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Una carta (Eudora Welty)

A los editores de ‘The New Yorker’, 15 de marzo de 1933

Caballeros:

Seguramente les interesen más los juegos de prestidigitación que leer mi solicitud de empleo para trabajar en su revista, pero, así son las cosas: uno no puede tener siempre lo que más desea.

Tengo veintitrés años y llevo seis semanas desocupada en Nueva York. Sin embargo, a lo largo de todo un año, entre 1930 y 1931, cuando asistía a mis clases de publicidad en la Escuela de Negocios de Columbia, fui una auténtica neoyorquina. La verdad es que soy sureña, de Misisipi, el estado más atrasado de la nación. Mis otras ramificaciones incluyen a Walter H. Page (1), quien, desgraciadamente para mí, ya no tiene relación con Doubleday-Page, que, por otro lado, ya ni siquiera sigue siendo Doubleday-Page. En 1929, con toda facilidad, me licencié en inglés en la Universidad de Wisconsin. He pasado los últimos dieciocho meses languideciendo en la oficina de una emisora de radio en Jackson, Misisipi, escribiendo cuñas de continuidad, obras dramáticas, anuncios de comida de animales, parlamentos de Santa Claus y comedias para anunciar seguros de vida, en la actualidad, lo he dejado todo.
En cuanto a lo que podría ofrecerles, tengo que decir que últimamente he visto una inconfesable cantidad de exposiciones de arte y películas que me considero capaz de reseñar con satisfactoria imparcialidad; en realidad, hace poco, después de ver la última exposición de Matisse en la galería de Marie Harriman, acuñé un término general para referirme a su obra: ‘concupomato’. Ésa es una prueba de que mi cabeza funciona dispersa y rápidamente. Leo vorazmente y soy capaz de emitir una opinión con posterioridad.

Puesto que he comprado un grabado indio y un gran número de discos para fonógrafo a un tal señor Nussbaum que los acumula, y unos ‘Bañistas’ de Cézanne, de una pulgada de largo (espero que eso demuestre que leo a e. e. Cummings), estoy deseosa de tener un apartamento, sin excluir un pequeño fonógrafo portátil. ¡Cómo me gustaría trabajar para ustedes! Un parrafito por las mañanas, o un parrafito por las noches, si no pueden contratarme de la mañana a la noche, aunque piensen que trabajaría como una esclava. En caso de que el señor Thurber pierda los estribos, también puedo dibujar como él: he estudiado pintura floral.

Si ustedes me rechazan, no es difícil imaginar a qué tendré que recurrir; soy consciente de que esto no les intimida, pero consideren mi alternativa: la Universidad de North carolina me ofrece doce dólares por bailar en la obra de Vachel Lindsay, ‘Congo’. La conga. Concluyo mi oferta repitiendo que soy muy trabajadora.

Sinceramente suya.

(Notas):

(1) De 1900 a 1913, Page fue socio y vicepresidente de Page & Co. Fue también editor de la revista ‘World’s Work’. Doubleday, Page & Co fue una de las editoriales más importantes del siglo XX. (N. de la T.).

(Traducción de Sofía Olivia de Miguel, Granta en español, nueva época, nº 1, Rebaño + 1, otoño 2014, Galaxia Gutenberg)

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